Kate vive para trabajar. Es un chef perfeccionista organizada y seria que siempre tiene todo listo, no descuidar ningún detalle en cada uno de sus platos. Su vida ocupada se desmorona cuando su hermana muere y está a cargo de su sobrina de nueve años. Para ella es un golpe y una gran responsabilidad no sabe cómo hacer frente, porque nunca ha vivido con un niño. A esto se añade la adición de un nuevo chef en su restaurante, Nicolas Palmer, que disiente en el tipo de técnicas utilizadas por Kate, que canta mientras se cocina e improvisa en sus platos. Ella lo ve como un loco, pero poco a poco la química va a surgir entre ellos y enseñar que la clave es la espontaneidad, a no ser tan estricto con uno mismo. Esto ayudará a Kate, que ahora se enfrentará a su nueva vida de otra manera.