Tras una serie de espantosas circunstancias, el joven y engreído abogado defensor Michael Gray acaba recluido en la Penitenciaría Estatal de South River, acusado del asesinato de uno de sus clientes, y bajo la poco compasiva vigilancia del Superintendente Sands y del guarda de prisiones Ray Clement. Encerrado en la Celda 213, un lugar sucio y de pesadilla, comienza a rezar a las fuerzas antinaturales que compiten por su alma, mientras que la duda de su inocencia o culpabilidad pende de un hilo.