En 1963 el padre Antonio Vieira se llama a Coimbra, Portugal, para presentarse ante el Tribunal del Santo Oficio, la Inquisición terrible y temida. La combinación de intriga de tenis y un pequeño malentendido debilitó la posición del ilustre jesuita, un amigo del recientemente fallecido rey Joao IV. Antes de que los jueces, Vieira cuenta su vida: la juventud en Brasil y años de noviciado en Bahía, su papel activo y comprometido como defensor de la causa indígena y sus primeros triunfos como predicador y teólogo. Cuando el Santo Oficio le negó la libertad académica y el habla, Vieira se refugió en Roma, donde obtuvo la protección del Papa y de la reina Cristina de Suecia, exiliado en Roma desde su abdicación al trono, tratando de que su confesor. Sin embargo, Vieira siente una profunda nostalgia por su país y regresa a Lisboa, pero el nuevo rey, Pedro, que sea titular de recepción frío y lo convence para emprender un nuevo viaje a Brasil, donde el famoso jesuita pasa los últimos años de su vida.