Cuando Eragon (Edward Speleers) encuentra una piedra azul brillante en el bosque, piensa que es el afortunado hallazgo de un pobre chico de granja; quizás pueda comprar con ella comida para todo el invierno. Pero cuando la piedra resulta ser el huevo de un dragón en eclosión, Eragon pronto se da cuenta de que ha tropezado con un legado casi tan antiguo como el propio imperio en el que vive.